domenica 4 agosto 2013

el Servicio Militar.

El Servicio Militar. Como todos los buenos hombrecitos, hace mucho tiempo (madre mía, muchísimo!) he jurado a este Estado (en aquella época había un Estado que te protegía y existían políticos que podías confiar, pero esto por desgracia ahora no tiene nada que ver)… Nunca he podido soportar las armas, hice lo que entonces se llamaba, con cierta pomposidad institucional, objetor de conciencia. Ahora, mi conciencia no tenía nada que objetar, pero tal vez hice bien ser objetivo, porque me asignaron el Servicio Nacional de Bomberos. Era el año 1982. Italia acababa de ganar los mundiales de futbol, en España, y yo estaba en Plovdiv, en Bulgaria, en un estand de la feria internacional que cada año participaba la empresa de mi padre. Supe la noticia de mi padre mismo… “te llego el aviso militar” me dijo. Y punto. (Papá no era de muchas palabras). Hace poco había conocido una chica, era de Roma, (gracias Claudio y Luca “nember” por habérmela presentado). Hacía poco que estábamos saliendo juntos cuando llego el “aviso del servicio”, el lugar del CAR (periodo de formación de 3 meses): Roma Capannelle. Siempre me considere una persona afortunada, y aquella circunstancia me lo confirmo. Llegue a Roma unos días antes de la fecha d inicio. Me instale en el apartamento de Laura, hicimos los turistas por algunos días. Os tengo que decir cuánto Roma sea “mágica”? Creo que ya lo sabéis. Eran los primeros días de noviembre, cuando fui por la llamada a los cuarteles. Recuerdo estos grupos de jóvenes, de todos los orígenes. Yo todavía estaba inscrito a la universidad y esto me permitió ser considerado más "fiable" que muchos otros, dado que me preguntaron si quería ser “intendente”, eso significa nada más que no ser colocado en oficina para decidir lo que iban hacer con los otros chicos de mi sección. En definitiva: no hice solo el servicio, no fui cada mañana en el patio para hacer los ejercicios cotidianos y sobretodo en el tiempo libre pude empezar y terminar aquel maravilloso romance del título “cien años de soledad” de aquel genio que tiene el nombre de Gabriel García Márquez, que varios años más tarde, tuve el honor de conocer en persona en Bogotá, Colombia.. Los 3 meses terminaron rapidísimo y faltaba poco para regresar a Mantua para hacer los restantes 9 meses de servicio. Quien me conoce bien, puede decir donde vivía en aquella época. Desde mi habitación veía el patio del cuartel de los Bomberos de la ciudad como si fuese mío. Así que regrese a Mantua y cada día gritaba “mama echa la pasta que ahora voy” desde el patio del cuartel, pensareis vosotros, demasiado simple, os respondo yo. Gracias al padre de Laura, movió montañas para quedarme en Roma, y lo conseguí. Una consideración: en aquel periodo hubo el terrible terremoto de Irpinia (en la región Campania), esto significo muchos bomberos en el lugar de la desgracia para ayudar a la población. En mi curso, el CAR, había más de dos mil romanos para mil quinientos puestos en la ciudad. En este momento pensé la verdadera causa de mi enfermedad: la maldición que me echo el romano que se fue a Irpinia por culpa de un enchufado de Mantua que se quedo en SU ciudad! Pero, valió la pena. Pase nueve meses maravillosos, en la ciudad más linda del mundo, haciendo de conductor por la mañana y el turista por el resto del día. Una última consideración: el servicio de “los bomberos” me ha dado el honor de conocer una persona verdaderamente especial. No he podido presenciar a tu funeral, pero sabes que yo estaba allí . Descansa en paz, Gabriele.

Nessun commento:

Posta un commento